Los primeros Borbones españoles, Felipe V y Fernando VI, asumieron la tarea de unificar y reorganizar los diferentes reinos peninsulares. Felipe V, mediante los Decretos de Nueva Planta, impuso la organización político-administrativa de Castilla a los territorios de la corona de Aragón, que perdieron su soberanía y se integraron en un modelo uniformador y centralista. La Nueva Planta abolió las Cortes de los diferentes reinos integrándolas en las de Castilla y convirtiendo éstas en las Cortes de España. Solo se reunían para jurar al heredero y a petición del rey. Se suprimió el Consejo de Aragón y sus funciones pasaron al Consejo de Castilla, que ejercía como Tribunal supremo de Justicia. El rey estaba por encima de cualquier institución, intervenía y decidía en todos los asuntos del Estado y su labor era auxiliada por secretarías. Los secretarios eran nombrados y destituidos por el rey. Eran auxiliados por funcionarios. Además, los Borbones reorganizaron el territorio: eliminaron los antiguos virreinatos (menos en América) y crearon demarcaciones provinciales.
En el nuevo modelo administrativo, se introdujo el cargo de intendente, funcionario que dependía directamente del rey y gozaba de amplios poderes. Sus labores eran la recaudación de impuestos y la dinamización económica del país. Además, se intentó la reorganización de la Hacienda, comprendiendo que para el saneamiento de la economía era imprescindible que todos los habitantes pagasen en función de su riqueza. Se intentó en Valencia, implantándose el equivalente y la talla, en Aragón con la única contribución y en Cataluña con el catastro. Estas medidas intentaron extenderse por toda España pero las fuertes resistencias de los privilegiados impidieron su aplicación.
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