La conquista romana consta de tres etapas interrumpidas por periodos de inactividad bélica. La primera etapa se produjo durante las guerras púnicas. Los romanos enviaron 2 ejércitos que desembarcaron en Emporión en el 218 a. C. Durante 12 años estuvieron luchando contra los cartagineses y sus aliados para evitar el paso de Aníbal hacia Italia, y hacia el año 197 a. C lograron expulsar a los cartagineses y dominar la costa mediterránea y el sur peninsular. La segunda etapa, del 197 al 133 a. C., corresponde a la conquista de la Meseta. Se caracterizó por la fuerte resistencia de los pueblos indígenas, sobre todo lusitanos y celtíberos. En la última etapa, del 29 al 19 a. C. el emperador Augusto sometió a las tribus de cántabros y astures, finalizando con la conquista de la Península.
La romanización se conoce como el largo proceso en el que se explotaron las tierras, se implantaron las formas de organización social romanas y se difundió su religión, cultura y costumbres. Roma impuso sus estructuras económicas (creación de latifundios, propiedad privada de la tierra, utilización de esclavos, etc.) además de su estructura social basada en clases según su riqueza. Se introdujeron avances en la agricultura, como el barbecho, el regadío y la utilización de animales de tiro. En cuanto al comercio, se generalizó el sistema monetario romano. Después de una larga crisis, el imperio romano cayó finalmente en el siglo V.
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