Platón defiende el intelectualismo moral: la virtud es sabiduría. Mediante el conocimiento y el saber, el alma logra purificarse, concentrarse en sí misma y separarse de todo lo que tiene relación con el cuerpo, y el sabio es aquel que se conduce correctamente porque sabe lo que es el Bien.
Las virtudes del alma
Platón considera la justicia como la virtud suprema del alma. Cada parte del alma cumple con las funciones que le son propias:
La parte racional del alma debe ser prudente para saber dirigirse al mundo de las ideas al que pertenece. La virtud que le corresponde es la prudencia.
La parte irascible debe ser valerosa para afrontar los contratiempos con entereza, y le corresponde la fortaleza como virtud.
La parte apetitiva debe ser capaz de moderar los deseos corporales que pueden arrastrar al alma. La templanza es su virtud correspondiente.
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